La escritora riojana Lucía Carmona charla con Nosotros sobre su libro “Flores sobre la herida”, de Editorial Palabrava, con fotografías del santafesino Amancio Alem. La soledad, el amor, las pérdidas, el proceso creativo, su visión sobre el regionalismo son algunos de los tópicos de esta entrevista.
Lucía Carmona nos invita a sumergirnos en su mundo, en su pequeño mundo que habita en sus poemas. En la madurez de su vida, nos concede el agasajo de su sabiduría, su contemplación, sus soledades, sus pérdidas y su sobrevivencia hecha poesía en el libro “Flores sobre la herida”, de Editorial Palabrava, con fotografías de Amancio Alem.
“La poesía es el terreno en el que vivo. Cada uno de esos poemas son un pedazo de realidad de esta tierra, no he vuelto nunca la espalda a esa realidad”, sostiene con la naturalidad propia de quien ha hecho de la poesía su vida y viceversa. “No puedo vivir sin escribir, escribo para vivir. Me es muy pesada la realidad actual, ese pequeño mundo que forman mis poemas me ayudan a sobrevivir”.
Lucía nació en Chilecito, La Rioja. Vive con su hermana, su “sostén”, como ella misma define. Su cotidianeidad se retrata en largas horas de escritura, de descanso, de lectura y algunos viajes. En este último tiempo ha tenido dos grandes pérdidas, su hermano y su hermana, y ese reflejo del alma lo llevó a los textos, por eso estas flores vienen a curar sus heridas, y al mismo tiempo, los dolores de quien la lee.
El libro, como ya es costumbre de la editorial, es un objeto artístico. Desde la selección de las fotografías, el orden del índice, hasta el diseño, es un convite a disfrutar de su lectura de principio a fin.
DE SOLEDADES Y TIERRA
El olor y el sabor de su tierra son el soporte sobre el cual vibran los poemas de amor, de soledad, de dolor y de muerte. Talla la piedra y la sal se desbarranca a expensas del viento. Y es el árbol lo que se agarra con firmeza a esa tierra amada que calla como mudo testigo y observa el paso de hombres y mujeres que deambulan en busca de algo que siempre se escapa.
Mujer de tierra, de andar los caminos, de conocer los recónditos lugares, en este libro también evoca su pueblo, su casa natal, el canto de sus pájaros, de sus orígenes y su formación poética. “Uno se da cuenta hasta qué punto es grande el devenir interior de uno, porque el paisaje siempre está, no solamente el paisaje sino la problemática del paisaje, el abandono, los pueblos desiertos, la sal, el hambre, todo siempre está porque aflora en uno mismo, como algo que te pertenece como un órgano más de tu cuerpo”.
REFLEXIVA Y UNIVERSAL
De hablar pausado, Lucía se detiene en cada respiración para enfatizar cada palabra. Cuando se pregunta por el proceso creativo, ella comenta “cuando era más joven, entre los 20 y los 40, el poema me llevaba, me imponía su mandato, usaba palabras que no entendía, y después buscaba en el diccionario y era exactamente lo que quería decir el poema”.
Con los años y el devenir, la experiencia es diferente. “Hace un tiempo que lo que me sigue es la idea, por ejemplo la lava, la ceniza dejada por la lava, es una idea que me sigue hasta que de pronto toma la forma del poema, en el momento menos pensado. Escribo en cualquier momento, no hay una situación concreta de sentarme a escribir, es esa idea que se cristaliza en el poema”.
A Lucía no le gustan las categorías, ni los encasillamientos. Reniega del mote que le han impuesto a los autores del interior del país, pensando en estereotipos para la literatura de provincia. Ella vive en el interior, pero no por eso sus textos se resumen al paisajismo.
“Se ha cometido una gran injusticia con la poesía de provincia, porque decir escritor provinciano era decir escritura regional con descripción de paisajes y no es así, porque el poema se universaliza en muchos autores del interior y con mucha más amplitud y profundidad que en las grandes ciudades. Siempre se ha circunscripto la poesía del autor de provincia como regionalismo y pintoresquismo, eso es erróneo ya que la misma soledad y el mismo aislamiento te lleva a una poesía filosófica y reflexiva que se universaliza con más profundidad”.
LA MIRADA
Las imágenes resignifican a las palabras, es una “nutrición” mutua. La mirada extendida de Amancio Alem colabora para introducirse en el ritmo y paisaje de la poesía. “Fue un intercambio de material, yo les mostré mis fotos y las editoras me pasaron las poesías para que las lea, algunas fotografías las tomé especialmente para este libro. El trabajo de edición llevo mucho tiempo, fue leer y encontrarle el sentido a cada foto”, comenta.
Paisajes de estos lares (Monte Vera, Campo Andino, Guadalupe Norte) construyen la identidad del libro. Los amarillos y lilas son los colores que priman. La tapa del libro sintetiza el espíritu de “Flores de otoño” y tiene un aditivo especial para su autor: “esa foto tiene un alto grado de simbolismo porque es el árbol que está en la puerta de mi casa, se llama Acacias Negras”.
Amancio es reconocido en el ámbito local por su trabajo de reportero gráfico en El Litoral. Si bien ha transitado otros caminos a partir de muestras realizadas con sus fotografías desde otra perspectiva, esta publicación le permite encontrarle “otra vuelta” expresiva.
“Ser parte de este trabajo es una oportunidad de expresión fantástica, es encontrarle otra posibilidad a mi pasión por la fotografía, una vertiente artística de mi mirada, es un diálogo con otra arista que es la poesía”.
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