martes, 20 de noviembre de 2012

Nota de Hugo Borgna - Diario La Opinión de Rafaela sobre "Historia del mago y la mujer desesperada

Morán: la realidad de lo inexplicable

“Historia del mago y la mujer desesperada”, de Carlos Roberto Morán (PALABRAVA Editorial, 120 páginas, año 2012) es la continuación de la serie “Las 4 estaciones de la palabra”, correspondiendo a la primavera. Incluye catorce inquietantes cuentos que avanzan sobre lo que no puede explicarse con la simple lógica, ni con la contundente idea de que algo es verdadero cuando es tangible o está a la vista.
Morán no acepta el fatalismo de que las situaciones deben concluir de un modo determinado porque debía ser así. Ante instancias de vida muy concretas que presentan dificultad o conflicto, abre puertas y ventanas para que entre el aire fresco de la capacidad de sugerencia, ante la alternativa contraria de que la materia tenga más peso que las ideas. Hace tangible la irrealidad.
Los relatos transcurren fluidamente mediante la presencia de personajes que se presentan palpitantes, sensibles y reflexivos. Los cuentos se leen con placer y atención en una acción que se muestra con pinceladas - para sugerir, más que decir – y tienen, en la dosis precisa, frecuentes toques irónicos, como en el relato en que a un personaje al que el rostro se le vuelve como al de un pez, reflexiona que en medio de esa desgracia hay un beneficio: es bueno que ya no necesite afeitarse.
Dentro de un relato que se apoya en el misterio y el suspenso,  hay seres que aman, trabajan, sufren o gozan como cualquier mortal, pero hay permanentemente situaciones inciertas y se rompen límites preestablecidos. Dentro de situaciones cotidianas, nada es lo que debería ser y pocos hacen lo que correspondería que hicieran.
La imaginación supera a los convencionalismos y eso, dentro de lo que significa la escritura, es un logro a destacar. “Historia del mago y la mujer desesperada” es un libro de necesaria lectura para comprender lo que es la libertad creativa.
Carlos Morán nació en Santa Fe en  1942, allí reside, y es una personalidad destacada dentro del ámbito de las letras. Publicó los libros de cuentos “Territorio posible” (México, 1980), “Noticias desde el sur” (México, 1986), “Noticias de Sergio Oberti” (Argentina, 1990) y “Ella cuenta sobre el mar” (Argentina, 2006).
Sus trabajos han aparecido en antologías y publicaciones en Argentina, México, España, Bulgaria y Polonia. Recibió premios y distinciones y la revista “Cultura de Veracruz”, de México, le dedicó un número de homenaje en 2008.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Palabras de Irma Verolín sobre "Abuela y la niña" de Patricia Severín

Querida Patricia, no tengo palabras para decirte la forma  profunda en que me impactó tu libro  "Abuela y la niña". Supongo que lo merodeé porque el título me producía escalofríos o recuerdos o no sé. Y luego me encontré con una voz que hubiera podido ser la más adecuada para expresar mi mirada sobre mi propia infancia, supongo que a mucha gente le habrá pasado lo mismo. Desde “Poemas con bichos” yo te reconozco como a una gran poeta, tenés la virtud de ser poeta y narradora a la vez en un alto nivel. Encuentro siempre un vacío detrás de tus poemas donde parece estar iluminando todo lo dicho, y encuentro también una rara virtud, la capacidad de expresar los contrarios. Aquí hay terror y suavidad al mismo tiempo, la cualidad de lo sedoso y la rispidez contenida. Además construís desde la economía más básica, nombrás lo esencial y todo vibra.  Hay un núcleo muy intenso detrás de esta parquedad que oscila entre lo dulce y lo amargo. Gracias desde el fondo de mi corazón. Tu poesía me llena de una extraña alegría. Abrazo Irma Verolín

PD: Sobra decir que el libro como objeto es hermoso. Tiene una hermosura que acongoja, a ver, lo digo en el mismo sentido en que la Madre Teresa de Calcuta decía: Amar hasta que duela.

Diego E. Suarez sobre "Abuela y la niña"

En el umbral me recibe una niña de trenzas, de luto, en cuclillas. Las puertas: mal clausuradas, con algunos vidrios rotos (uno en particular llama mi atención: filoso, de seño fruncido, semeja la cuchilla de una guillotina).
Atravieso puertas y niña, dejándolas atrás, y me topo con un cartel: “La infancia es el peor lugar en que me encuentro”. La frase sabe lo que dice. Para algunos, eso podría ser un anatema. Para mí, es una invitación.
Una vez adentro, veo la casa desde afuera (o el recuerdo de la misma): columnas griegas, balcón antiguo, ninguna flor (hola, Baldomero), ninguna hoja, siquiera un pájaro o una mariposa. En síntesis, una casa sin poesía, hogar en ruinas.
¿Quién, o qué, o quiénes habitan esta casa deshabitada? La tía que duerme su sueño de arañas en la oscuridad, la mamá que se calza el antifaz, el papá que da vueltas en el aire, la abuela que desenreda el lazo mientras le asoman los colmillos en una sonrisa prestada para los huéspedes.
Éste es el presente de la casa. La única figura viva corporeizada es la abuela. Los otros o duermen, o se disfrazan o dan vueltas en el aire. En suma, apenas existen.
Pero, ¿de quién es la voz que así habla?
Hasta aquí, sabemos que es una nieta, y nos enteramos luego de que a veces espía hacia la calle, de que por las noches en puntas de pie sale al balcón… a respirar, y dice:

            con pavor veo pasar
columnas griegas    aguijones    latas oxidadas
el cariño de mi madre
la vida que no tendría



“La vida que no tendría…”. Ese remate superpone gramaticalmente lo presente y lo pretérito: la niña habla sobre lo que es; la mujer, sobre lo que pudo ser no fue. Y si se dan estas simultaneidades es porque esta casa –esta creatura–, como Las Moradas de Santa Teresa de Jesús, es un “Castillo interior”, algo inmaterial, erigido en un lugar indeterminado del ser, ya sea el corazón, el recuerdo o el inconsciente.

Una entonación desposeída va hilando la voz de la niña.

El vértigo corre por mi boca
abuela empuña el hígado
que nada
en el borde del potaje
estrangula mi garganta
trago

(No resisto decir que lo que para la niña es el hígado, es la sopa para Mafalda). Admirable manera de poetizar la sensación ante un bocado indeseable: “El vértigo corre por mi boca”, como al borde de un acantilado, vacío de estómago, náusea. “Abuela empuña el hígado”, como si fuera un arma –arriba las manos, abra la boca, esto es un asalto de hierro, zinc y vitamina A–. Finalmente, la niña traga el hígado y se siente estrangulada por él.

Mamá da vueltas la manzana
tía corre las arañas
papá enmudece bajo el sol
abuela lame sangre
                           encima de mis ojos
por mi bien
dice
crecerás fuerte
dice

Nota sobre "Bar de copas" - Diario La Opinión - Hugo Borgna

PROFUNDO, INTENSO Y SENSITIVO BAR DE COPAS

“Bar de copas”, con textos poéticos de Graciela Prieto Rey y fotografías de Alejandra Segovia, es una edición de este año de Palabrava Editorial y tiene 64 páginas absolutamente disfrutables. Es el verdadero ejemplo del libro de cabecera, ese que vuelve a mirarse una y otra vez, que no se presta; será apreciado por todo tipo de lector y sobre todo, por los exigentes de la escritura y de la fotografía. Es una producción bibliográfica especial, de características únicas, digna de ocupar un lugar destacado en las mejores bibliotecas.
La idea básica de “libro” se está alimentando de conceptos nuevos y abiertos, con inclusión de notable calidad estética, sin abandonar la forma  “clásica” (es decir contenido de palabras con alguna o sin ilustraciones), de este modo se están generando, con mucha frecuencia, obras donde el dibujo y la fotografía dejan de ser acompañantes del texto para constituirse en protagonistas, tomando como apoyo de la palabra. Una forma ya impuesta es la de los libros que en una página incluyen poesía o prosa y en la de su costado una fotografía relacionada.
“Bar de copas” va más allá: unifica las imágenes. Dentro de la fotografía (insinuante, llamativa) se incluye un texto que se lee verticalmente e integra la unidad comunicativa, dándole al conjunto notable fuerza dramática.
La excelente calidad fotográfica se apoya en primeros planos fragmentados de copas (a veces caídas) rostros de mujer, manos, siluetas con intensos fondos en rojo, negro o blanco, conformando inquietantes marcos visuales acompañados por textos como “una nota azul/blue note/secuestra un sueño/pide préstamo/no rescate/se funden/volverán a ser uno/por propia voluntad/no serán los mismos”, “rubia/hilvana la espera/matando colillas/cupido danza/en el escote/ritmo exótico/de frutos y de ron” o “los límites se suicidan/en su propio territorio”.
“Bar de copas”, obra conjunta de las santafesinas Graciela Prieto Rey y Alejandra Segovia, es una exquisita propuesta. Provoca y seduce, enriqueciendo por el alto nivel de sus textos e imágenes lo conocido hasta aquí del ámbito del libro.